El desarrollo de las tres facultades que condicionan la vida entera.
Los primeros tres años y luego hasta el séptimo año son los más importantes en el total desarrollo del ser humano, porque la condición humana en el niño es radicalmente distinta de la vida posterior.
En sus primeros años, el niño es, todo él, órgano sensorio y durante sus primeros años adquiere tres facultades que condicionaran su vida entera: el andar, el hablar y el pensar.
Andar. La postura erecta
El andar es únicamente una abreviación de algo mucho más trascendente. Decimos que el niño aprende a andar porque este es el rasgo más visible del proceso, pero este aprendizaje implica que el niño conquiste su justo equilibrio en el mundo espacial.
Cuando de niños, nos esforzamos en conseguir una postura erguida, en adaptar nuestras piernas a las leyes de la gravedad, lo mismo hacemos con los brazos y las manos, todo el organismo se orienta.
Aprender a andar significa encontrar las direcciones del espacio para situar en ellas el organismo.
El ser humano recién nacido no solo tiene que desarrollar su cerebro, sino que tiene que aprender, en los primeros tres años, las facultades más importantes para toda su existencia: el andar, el hablar y el pensar.
Estos dones humanos nos distinguen del animal. Especialmente debido al proceso de erguirse. Gracias al esfuerzo propio, el hombre se coloca en posición vertical, logrando una situación de equilibrio en el espacio.
Transcurrirá aproximadamente un año hasta lograr la difícil tarea de erguir la columna vertebral sin apoyos externos. Y deberán pasar varios meses aun para superar con seguridad la gravedad terrestre y poder caminar fluidamente, correr y saltar con plena posesión del cuerpo.
Son los primeros pasos en el descubrimiento del propio cuerpo y el mundo circundante.
El niño al que amorosamente se guía para andar, va a desenvolverse en hombre sano, pues el amor aplicado al proceso del aprendizaje del andar, ayuda mucho a la sana educación del cuerpo.
El habla
La etapa del hablar, surge de ese proceso de orientación en el espacio. El habla nace de todo el organismo motor del ser humano.
Al principio, el organismo entero está activo cuando el niño está aprendiendo a hablar; al aprender a hablar, un grito, una manifestación exclusivamente emocional, en un principio, pasa a la formación de sonidos, el balbuceo. Luego, en la articulación de sílabas, hasta conseguir finalmente, mediante palabras, denominar el mundo de los objetos.
Una de las influencias más comunes y engañosas ejercidas en el niño es el uso del “lenguaje del bebé”. El niño necesita oír el habla veraz de hombres y mujeres adultos. Debemos hablarle el lenguaje correcto y evitar el uso de “su lenguaje”. Al principio el niño balbuceará una imitación de nuestras palabras, pero nosotros no debemos imitar ese balbuceo, es un gran error.
Por lo tanto, el habla, es un producto del andar, es decir, de la orientación del espacio.
Dicho de otra manera; los movimientos exteriores se transforman en los movimientos internos del lenguaje. Y el grado de capacidad que tenga el niño para dominar el habla dependerá, en gran parte, de haberle dado amorosa ayuda cuando estaba aprendiendo a andar.
El pensar
Del mismo modo que el habla surge del andar y del movimiento, el pensar se desarrolla en contacto con el acto de hablar.
El primer paso del acto del pensar es la conquista el espacio -objetos externos-
El segundo paso del acto de pensar es la conquista el tiempo –ayer, hoy, ya que toda acción tiene una temporalidad.
La tercera etapa aparece cercana a los tres años, cuando el niño se nombra “yo” por primera vez a la acción de sí “yo quiero”, en lugar de “nene quiere”. Este es un instante trascendente en la vida de todo ser humano. Además, es un punto de partida común para que se almacenen los recuerdos, ya que en general, con anterioridad a esta etapa no hay memoria.
Todo cuanto sucede en el ambiente del niño se expresa en el organismo físico; el trato amoroso cuando aprende a andar, la veracidad cuando aprende a hablar, la claridad y precisión cuando comienza a ser capaz de pensar. Todas estas cualidades llegan a integrar la constitución corporal según los modelos de amor, veracidad y claridad
«Cada ser humano tiene su estrella dentro del cosmos»
Rudolf Steiner
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